Ciudad


«La Ciudad de Mallorca, antiguamente Palma, afortunada por la fecundidad de su suelo, por su aire sano, por la abundancia de frutos de todas clases, por la belleza impresionante de sus edificios, por la situación de sus murallas y fortificaciones y la circunvalación de tres millas itálicas, la mitad fortificadísima, capital de la isla de Mallorca y asimismo de todo el reino balear, tiene sede episcopal y una Audiencia Real, que preside un virrey en nombre del católico monarca de las Españas. Está situada al principio del quinto clima de latitud norte (39º 36') y en los 25º 2' de longitud. Al sur es bañada por el mar y su célebre puerto es un seguro refugio para las naves. Diseñada con gran esmero por Antonio Garau, Presbítero y Matemático, ve ahora la luz por primera vez. Año del Señor, 1644».

Consta que los romanos fundaron una ciudad llamada Palma en Mallorca pero, de hecho, no hay ningún documento que certifique de manera absoluta que aquélla se correspondiera exactamente con la Palma de hoy. Desde luego, los restos de murallas y vestigios borrosos de algunos posibles edificios importantes (un anfiteatro, por ejemplo), dan ciertas garantías de que la Palma romana estuviera en la parte alta, alrededor de la plaza de Cort.

Cuando llegaron los árabes en 903, de aquellos edificios romanos ya no parece que quedara mucho, y no fueron precisamente respetuosos al asentarse sobre ellos. En resumen, el primer nombre certificado de la urbe es la «Madina Mayurqa» de los árabes, pues «Palma» no pasa de ser una hipótesis oculta en unas ruinas romanas.

En 1229, al conquistar la ciudad, Jaume I simplemente hizo una traducción literal del árabe y dio a la ciudad el nombre oficial de «Ciutat de Mallorca» (ya se la llamaba así desde Cataluña). Y de este modo se la conocería hasta después de la Guerra de Sucesión (Mallorca fue el último territorio en capitular ante el ejército de Felipe V de Borbón, el 3 de julio de 1715).

Plano de «La Ciutat de Mallorca» del presbítero y matemático Antonio Garau, 1644

Como bien se sabe Felipe V, en uno de sus «Decretos de Nueva Planta» quiso hacer tabula rasa en la estructura del estado y castigar especialmente a Mallorca, así que una de las medidas fue cambiarle el nombre a la capital, del orgulloso «Ciutat de Mallorca» al prestigioso pero ajeno topónimo romano «Palma» (nunca «Palma de Mallorca» que es un invento posterior fabricado solo para los forasteros). El borbón también prohibió el uso del catalán en la administración, con lo que «Ciutat» ya no era posible. Y ahora, en 2008, finalmente, se ha fijado el nombre oficial e indiscutible de «Palma».

Por supuesto, en los pueblos de Mallorca, desde el siglo XVIII hasta hoy, mucha gente siguió y sigue llamando a la ciudad «Ciutat», apelativo que se resiste a desaparecer de la boca de los mallorquines.

Óleo anónimo de mediados del siglo XVII que sigue –más o menos– el plano de Garau

Y es lástima que no se haya sabido preservar la denominación «Ciutat» (o «Ciutat de Mallorca») pues son muy pocas las ciudades del planeta que se atreven a llamarse limpiamente así, marcando el orgullo de ser «la» ciudad, como si dijéramos el centro del mundo. Poquísimas: Roma era la Urbs, Constantinopla —Constantinopolis— la Polis (de hecho, Estambul viene del griego local is tan polin = en la ciudad), y Medina, la ciudad para los contemporáneos de Mahoma... Y, a su lado, «Ciutat de Mallorca».

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